Lo primero que se me ocurre es que se deben de innovar, es que vuelvan a tomar la iniciativa. Pero, pregunto: ¿Y para ti? ¿Cómo sería el partido en que quisieras estar? ¡Piénsalo y contáctame para intercambiar opiniones!
Yo creo, que nunca los partidos políticos fueron tan necesarios como hoy. ¿Quién, si no los partidos, sería capaz de traducir la formación de voluntad (y de opinión) social en leyes y acción política? Sin embargo, para que puedan cumplir con esta misión, deben reaprender cómo desarrollar los debates sobre cuestiones claves. De ahí su importancia como espacio decisivo para la reflexión crítica sobre el estado de la representación. Y por ende de la Nación.
Para luchar contra la indignación y el pesimismo en tiempos de la supremacía política del desgobierno y de una esfera pública desgastada, el concepto de partido político es más actual que nunca para nuestra República.
Deberíamos
redescubrirlo como aquella institución a través de la cual se torna posible
representar las diferentes ideas acerca del bien común en el contexto mismo de
los procesos legislativos. Porque ¿quién, si no los partidos, debería formular
alternativas político-ideológicas fundamentales, que conviertan la democracia en
un espacio de posibilidades reales, en lugar de dejarla debilitarse en el marco
de la retórica de las circunstancias? Es necesario que los partidos se renueven
para volver a cumplir su función clave en la democracia.
Por
diversos motivos y debido a la forma en que ha evolucionado la sociedad en las
últimas décadas, los partidos se encuentran bajo mucha presión. Para empezar,
les resulta extremadamente difícil desarrollar un espectro de distintas
orientaciones políticas y programáticas que lleve a la creación de un espacio
democrático de toma de decisiones. A menudo esto se relaciona con que ya no hay
discursos combativos, ni dentro de cada partido ni entre ellos. En
consecuencia, su poder representativo, que se expresa en la inclusión de
convicciones e intereses de las distintas clases y ambientes sociales y en su
transformación en propuestas orientadoras, en definitiva se va debilitando.
La ocupación democrática específica del partido solo se puede comprender si se tiene claro su trabajo legislativo, que está preestablecido en la Constitución. Ser un partido es coadyuvar en la formación de la voluntad social demandando el poder de intervenir directamente en los resultados de los procesos legislativos parlamentarios a través de sus mandatarios.
En este sentido, no resulta superflua la expectativa de que los ciudadanos nos consideremos sujetos de nuestra democracia en un sentido republicano. La política basada en la delegación no es una política que aboga por un interés. Dejarse representar es una tarea exigente y ardua. La delegación exige dedicación. La formación de opinión lleva tiempo y necesita de conflicto. Votar es mucho más que elegir un partido o a un candidato. De esta manera, la delegación solo tiene valor agregado cuando se realiza en la aplicación pública de un espacio de deliberación del que nadie quede excluido. Es tonto reducir a los partidos a un perfil clásico de partidos programáticos.
Los
partidos políticos deben ser el vehículo de los ciudadanos para ejercer el
poder. Hoy tenemos un reto, ponerlos realmente al servicio de la sociedad.
La organización política en la que me gustaría estar es un partido que crea en las personas, pero que crea en los ciudadanos en serio, acompañándolos en su rumbo con instrumentos que le den verdadera libertad y verdadera conciencia de sus actos, para que a través de sus propias acciones, cada ciudadano se convierta en un generador de cambio positivo que construya una Venezuela más íntegra, llevadera y resplandeciente.
Un
partido que convoque a todos quienes quieren desarrollar una vida con sentido,
buscando la virtud y el crecimiento, tanto personal como social. Una fortaleza con coherencia, en que los esfuerzos individuales
alcancen consecuencias y aporten a un esfuerzo sumado por la construcción de un
país mejor para cada ciudadano, su familia, sus seres queridos, la
sociedad toda. Entendiendo que el rumbo social, el mercado y la economía será
el acrecentamiento de nuestras acciones.
Ese
partido en el que quiero estar, no segrega ni separa entre buenos y malos.
No genera odios, ni quimeras; se ocupa de ser siempre un ofrecimiento
propositivo y entendiendo que la verdadera evolución es aspirar a mejorarse
uno mismo para que otros también lo puedan hacer, es decir, que el cambio parte
por ti. De nosotros.
En muchas oportunidades les he referido de mi comienzo en la política. Les he contado mi paso como juvenil en el Partido Liberal o mi trabajo como directivo en el Movimiento Republicano.
Pero nunca he contado una anécdota mucho más remota. Tenía yo 10 años. Un grupo de intelectuales, entre ellos un familiar. Deciden fundar un partido político para participar en las elecciones que se celebrarían a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958. Fundado por Isaac J. Pardo y Elías Toro y donde también participan Martín Vegas, Rafael Vegas y Manuel Rafael Rivero. Lo que ellos denominaron como un “club político” con el fin de buscar una candidatura unitaria para las elecciones presidenciales de ese año. Se llamaba Integración Republicana (IR) un partido de tendencia conservadora derechista.
Integración Republicana promovía el nombre de Martín Vegas como candidato. Acción Democrática (AD), Copei y URD firmaron el 31 de octubre de ese año el Pacto de Puntofijo, por el cual se comprometían a respetar los resultados electorales y a gobernar en coalición estableciendo un programa de gobierno común, independientemente de cual de ellos obtuviera la victoria; Integración Republicana al igual que el Partido Comunista de Venezuela (PCV), fueron excluidos de ese acuerdo. Comenzó temprano en nuestra incipiente democracia la segregación.
Integración
Republicana cobró importancia real en 1962, cuando URD se retira del Pacto
de Puntofijo y presentan la renuncia al gobierno de Betancourt, éste invita a
Integración Republicana (ahora si era buena su compañía) a formar parte del
nuevo gabinete hasta que culminara el período presidencial en 1964.
Finalizando el período de Betancourt. Muchos
de los miembros del partido se retiraron y pasaron a formar parte de otro
movimiento de derecha, el Frente Nacional Democrático liderado
por Arturo Uslar Pietri.
Porque la traigo a colación. Fácil, sumergido en su recuerdo, casi me dicta la memoria ese Ideal Republicano que tenemos en factoría. El Proyecto Republicano, nieto de aquel, pero adecuado a la renovación continua del pensamiento de libertad. La pagina Web ya esta en el horno. Presta a salir. Muy pronto disfrutaremos de su aroma y sabor.
Y recuerda… Ciudadano en Acción. ¡Juntos es Mejor!
Raúl Amiel
raulamiel@gmail.com
@raulamiel
Original: MIS NOTAS FB.- DOMINGO 16 DE AGOSTO 2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario