El político recto nada se arriesga en el camino y tiene poco que temer en el término
Benito J. Feijoo
Da la impresión de que el fracaso del proyecto socialista del siglo xxii y la recuperación de la normalidad democrática en Venezuela, traerán aparejada la transformación de varias organizaciones políticas hoy existentes, y lo mejor, la aparición de nuevos modelos organizativos impulsadores de una nueva republica. En la que ya estamos inmersos con el Proyecto Republicano.
De
mis viejas tardes de tertulia en el Instituto Latinoamericano de
Investigaciones Sociales (ILDIS) y de la mano de Roberto Casanova hoy vengo con
estas reflexiones
Tiene sentido hablar de generaciones en materia de partidos si se logran identificar diferentes épocas en el sistema de partidos y, en cada una de ellas, se presencia el nacimiento de varias organizaciones políticas. Ese parece ser el caso de la democracia venezolana. El primer período transcurre entre los años 30 y 40. El segundo se ubica entre los 60 hasta mediados de los 80. El último va de mediados de los 80 hasta el presente. Con todos los derivados del pensamiento socialista que hoy nos desgobierna. En cada uno de estos períodos nacen diferentes grupos de partidos que, por tanto, se vieron sometidos a distintos retos de adaptación.
Otro
hecho destacable del proceso político venezolano, desde hace algún tiempo, es
la propensión de unos cuantos dirigentes a crear sus propios partidos y a no
integrarse o mantenerse en las organizaciones existentes. Tal vez la
petrificación del liderazgo de ciertos partidos los haga refractarios a la
incorporación de nuevas figuras. Es posible que
las contrastes dogmáticos o
el conflicto de intereses frenan a un líder considerar la
posibilidad de incorporarse a un partido existente. En cada caso
existirán, sin duda, razones para justificar esa conducta pero el hecho no deja
de ser llamativo. La realidad es que para las elecciones por venir hay la
bicoca de 113 partidos con derecho a participar. Que lo hagan o no…ya es harina
de otro costal.
El partido ideal para esta nueva generación sería uno que pueda incorporar en su estructura y funcionamiento estos siete grandes principios.
El principio estratégico. Todo partido debe contar con una visión viable e inspiradora de la sociedad y del mundo. Dicha visión debe tener expresión concreta en su programa de gobierno así como en propuestas específicas de políticas públicas.
El principio deliberativo. Todo partido debe desarrollar una práctica de diálogo que le permita mantenerse abierto a la diversidad de perspectivas presentes en la sociedad y, por esa vía, al aprendizaje permanente.
El principio pedagógico. Todo partido debe ayudar a facultar a los ciudadanos en la comprensión de los grandes temas públicos. Es preocupante que los partidos hayan tendido a claudicar ante el desafío de ejercer el liderazgo intelectual de la sociedad.
El principio de responsabilidad. Ser responsable es ser capaz de responder ante quienes se tiene el deber de hacerlo. Los partidos deben responder ante los ciudadanos y si no lo hacen actúan irresponsablemente. En este sentido, iniciativas como la de publicar periódicamente un informe de rendición de cuentas o permitir una Auditoria Ciudadana a sus gestiones deberían ser seriamente evaluadas por las organizaciones políticas.
El principio de delimitación. Todo partido debe mantener ciertos límites en sus relaciones con las organizaciones de la sociedad y con los poderes públicos. De no ser así, su función como mediador entre unas y otros se pervierte.
El principio federativo. El proceso de descentralización iniciado en
El principio democrático. El fenómeno de los partidos sin democracia, es de rigor comentar, de partidos cuyas prácticas
internas están reñidas con el ideal democrático, evidencia el rezago de esas
organizaciones con respecto a la sociedad a la que pretenden liderar y razones
por las cuales muchos partidos políticos han perdido credibilidad. Es menester
activar el marco constitucional que obliga a los partidos a realizar elecciones
internas periódicamente. Un partido debe ser una permanente escuela de
democracia para sus miembros y para la sociedad en la que actúa. El principio
democrático es, sencillamente, irrenunciable.
Ideas no han faltado, pues. El problema ha estado, como suele ocurrir, en su implementación. Para esa tarea es necesario, para comenzar, iniciar una puesta en marcha. Una que permita entender a los partidos como parte de varios sistemas y, al mismo tiempo, como totalidades organizativas al servicio de la sociedad.
Y
recuerda… Ciudadano en Acción. ¡Juntos es mejor!
Raúl Amiel
raulamiel@gmail.com
@raulamiel
Original: MIS NOTAS FB.- DOMINGO 9 DE AGOSTO 2020
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